sábado, 22 de mayo de 2010

La primera vez usted es el tonto, la segunda el tonto soy yo.

PARTE 1:
Algo bonito de ser tico es tener cierto conocimiento sobre el café. No digo que uno nazca barista así como nace "liberacionista, católico y herediano", pero por lo menos tenemos cierta cultura que nos permite recibir un café en un restaurante y volver a ver al mae con cara de "Que buen café" o de "¿sólo te quedaba este rechinado de percolador?"

Un tico podrá hablar de café. Sin embargo en carnes es mejor que lo haga el argentino. Eso de "mae, que buena necar" al referirse a un bistec encebollado no es una estrellita para nuestro currículum. De igual forma, en vinos es mejor que lo haga el chileno. Si a un tico desconocedor del vino le sirven y le piden su opinión... mejor pida café.

Estaba en la -espero que ahora más limpia- Princesa Marina, y el mae de la mesa vecina pide una botella de vino. Es la Princesa Marina, no el Alain Ducasse. El jefe de familia con su feroz camiseta de Saprissa, los güilillas peleando, uno soplando por la pajilla y llenando la mesa de Coca, el pequeño sentado en silla grande con la mesa a la altura de los ojos, agarrando macarrones con la mano que se había sacado un moco, y la mamá sin perder el hilo de la conversación con la suegra repitiendo un automático "Bairon, tése queíto". La escena familiar estaba tuanis y pintoresca, todo el mundo pasándola bien, el mae contento de poder llevar a su familia a almorzar, todos comiendo rico, todos felices. Orgullo tico hasta ahí.

Llega el mesero con una botella de vino Frontera, sujetándola como si fuera un Petrus Pomerol y tuviera guantes blancos.
Me imagino que eso salió porque su jefe dijo "De ahora en adelante vamos a presentar el vino como en lugares fancy, hacemos toda la pantomima de catación del vino, y el cliente se va a sentir importante. El vino es un Frontera!!!! Hay Cool Aid de uva con mejor sabor.

La vara es que el mesero llega a la mesa, y le presenta la botella.
El mae con la chema del Sapri deja su arroz con pollo y vuelve a verlo hacia arriba.
El mesero se queda viéndolo con cara de "Le toca a usted decirme que le sirva".
El mae del Sapri sigue viéndolo con cara de "Diay güebón, servime el vino".
El mesero se queda inmóvil con cara de "Diay, me dijeron que tenía que esperar". Pasan los segundos, el Sapri se va enfureciendo y el mesero se va acongojando cada vez más. Después de unos segundos el mesero sabe que no va a suceder nada con Sapri. Busca a su jefe con la vista. No está. Abre el vino, y le sirve "sólo un poquito y que el cliente se dé cuenta que es para degustar nada más".
El mae del Sapri malísimo con cara de "Mae, ¿me estás vacilando? Servime la hijueputa copa entera". El mesero ya con sudor en la frente y pensando "En qué momento mi jefe pensó que esto era buena idea, este mae me va a pegar". El Sapri esperando que le terminen de servir, no entiende nada. El mesero sigue ahí, sudando, con una sonrisa que le hace juego.
Alguna neuronilla del Sapri que retuvo algún capítulo de "Betty la Fea en el restaurante" se iluminó. El mae se da cuenta de la vara y con un toque de vergüenza toma el trago, vuelve a ver al mesero y le dice con cara de quien no estuvo a punto de enterrarle el tenedor del arroz con pollo: "Está bien".
El mesero pensando: "Es un Frontera!!! ¿Vas a devolver un Frontera? A no ser que venga con un gusano adentro, "Está bien!!!". Han devuelto más Cocas por estar sin gas, que Fronteras."

Los ticos somos, en muchos casos, un montón de snobs. Y no hablo del mae del Sapri, él sólo quería darle un buen almuerzo a su familia y pasarla bien. Mis respetos por Sapri. Hablo del polo del jefe, a quien se le ocurrió que era buena idea esa presentación del vino sólo porque quería imitar y aparentar algo que estaba fuera de su realidad. El polo es claramente él.

PARTE 2:

Sin embargo, el peor caso que he visto de snobismo claramente no es ese. Y curiosamente tampoco en Guachipelín. Sino en Moravia.

El restaurante se llama El Alamo. Es un caso de snobismo de libro.
El snob es un seguidor, copia a una persona que es superior ya sea en gusto, dinero, fama, poder, belleza o inteligencia. Y su comportamiento es muy sencillo: Compra lo que los otros compran y hace lo que los otros hacen para *aparentar* tener el mismo gusto (o dinero o fama, etc.)
Sin embargo, y es lo que pasa claramente en El Alamo, todo lo que engloba una compra, se deja de lado. Es en esos detalles en los que uno ve la diferencia entre una persona con gusto, y un polito tratando de aparentar.

Y curiosamente no hablo de elementos que son obvios para quien entra al restaurante, como lo son las plantas de plástico, los cuadros baratos, los acabados de a peso, las cortinas horrendas, la caja a la entrada, el plato de confites iluminado por un bombillo de 50w expuesto, ni la ropa que le dieron a los pobres meseros.
Tampoco hablo del hecho de que no vendan cerveza nacional. Y esto digamos que sí da un toque de vergüencilla: Uno pide cerveza y el mae dice "Nacional le ofrezco únicamente Bavaria" (el dueño, claramente un ignorante de la cerveza, optó por la cara en lugar de la buena). Uno entonces pensaría "Ah, que bien, importan cerveza extranjera buena, seguramente tienen The Abyss, Black Twesday, o Trappist. PERO si uno pregunta "¿Qué otras cervezas tiene?" el pobre maecillo recita las birras que se encuentran en Hipermás y en Pricesmart! Los maes tratando de dárselas de "no aceptamos lo nacional porque las de afuera son mejores" y revendiendo birra de Hipermás :D

Sin embargo, lo más snob curiosamente no es el tratar de imitar la comida (mala), el lugar (polo) o la venta de cerveza (vergonzoso), sino: El uso de la publicidad engañosa.

Me explico:
Todos hemos visto las fantásticas promociones de Credomatic y de AVAL, de un 50% y de un 35% en lugares muy buenos. Genios del mercadeo se han engarcado de estas ideas y agencias regulares se han encargado de sus campañas.
Sin embargo llega este señor de Restaurante El Alamo en Moravia, y pone un rótulo gigante:
40% de descuento en lomito y fondue

Pese a haber tenido una experiencia mala en ese mismo Restaurante El Alamo en Moravia, decido darle una segunda oportunidad. Pensé "Tal vez el dueño se dio cuenta de que no servir Pilsen era una polada que no hablaba de su lugar tanto como habla de él".
Me siento, iba con dos personas más.
Ya sentados y ya habiendo ordenado de tomar (una Bavaria), vemos un letrero pequeño, en la mesa.
Esta es la estrategia de mercadeo de Restaurante El Alamo en Moravia:
Resulta que no es un 40% al ordenar lomito y fondue.
Sino que es únicamente si uno paga con VISA.
Pero resulta que no sólo es si uno paga con VISA, sino que tiene que ser del Banco de Costa Rica.
Pero resulta que no sólo es VISA del Banco de Costa Rica, sino que la oferta aplica únicamente de Lunes a Jueves.

Me excuso ante los presentes y voy a ver el rótulo, no recordaba haber visto ningún famoso "aplican restricciones". Por supuesto que no lo recordaba, era una letra tan pequeña que ni siquiera parado al frente se leía.
La intención de engaño era clara: después de imprimirse el rótulo, el dueño de Restaurante El Alamo en Moravia se dio cuenta de que no se leía bien, y decidió ponerlo de todas formas.

En cuanto a la comida, por si acaso usted desea ir pese a lo que comento:
Pedimos tres platos distintos, se equivocaron en los términos de dos, dos estaban fríos, la carne estaba seca, y no tenían el postre que quisimos.
Además, al pedir una segunda cerveza me responden "Disculpe señor, ya no nos queda Bavaria, pero le ofrecemos extranjeras"

domingo, 9 de mayo de 2010

Me cuadra que haiga presidenta

Odio la palabra "presidenta". Me suena la polada más grande, tan polo como cuando la gente usa "haigan" y casi tan polo como cuando hablan de "tú".
Me gustaría estar de acuerdo con quienes hablan de los participios activos como derivados verbales (curiosamente casi todos los blogs son Copy+Paste de un artículo español, donde el "autor" es lo único que cambia), y explican que el participio activo de cantar es cantante, el de estudiar es estudiante, y lo ridículo que sería hablar de "la cantanta", y "la estudianta". Ridículo incluso para Ionesco.
Me gustaría.

El problema es que no sólo la palabra "presidenta" está aceptada por la Real Academia Española (http://buscon.rae.es/draeI/SrvltConsulta?TIPO_BUS=3&LEMA=presidenta), sino que presenta un problema mayor, por lo menos para mí y para mi orgullo.

Cuando la Academia acepta una palabra lo hace porque el español mismo es quien lo dicta, ya que el lenguaje no es de los eruditos sino del pueblo. El español es dinámico, y jamás podría estancarse, y la Academia -por más que la imaginemos como un grupo de profesores de castellano octagenarios- lo entiende y realiza cambios con una velocidad admirable para la cantidad de palabras, países, y personas que lo hablan.

Al saber que estaba aceptada la palabra presidenta, lo primero que sentí fue vergüenza, no sólo por los incultos que han hecho que se acepte "haigan" y "presidenta", sino por la Academia quien se deja convencer por un grupo de personas que ni siquiera terminaron el colegio.

Sin embargo, una vez que los químicos en mi cabeza bajaron como fresco de chan, pude recordar las múltiples veces que hablé de Dante como el gran liberador del lenguaje, y de cómo entregó a un pueblo desconocedor del latín "culto" una obra como la Divina Comedia, con todo lo que esta revolución implicó para la lengua y la historia. Irónicamente es un personaje defendido por aquellos que se burlan (inclúyome hasta hace unos meses) de aquellos que dicen "presidenta".

Mi posición es incómoda. Sigo detestando la palabrita esta, la detesto con toda mi alma, y sigo pensando que es el fruto del error generalizado y masivo de un grupo de personas que prefiere ver futbol a leer un libro. Los mismos que impulsaron la aceptación del "haigan".
Sin embargo no podemos ver la cultura (ni definirla) como lo que dicta una elite que entendió el Ulysses de Joyce, sino como el fruto de lo hecho (y hablado) por NOSOTROS todos.

"Me cuadra que haiga presidenta", ya que de lo contrario no estaría en esta náusea que se siente al aprender gracias a entender que uno está equivocado, y aceptar que el idioma es más dinámico y democrático de lo que a mí me gustaría.